De la uva
Vida que tras de los lloros
amaga con resurgir,
en su ciclo de vivir
para ofrecer los tesoros,
dorados de sol y miel,
nácar de esferas pulidas,
rubíes en un vergel,
gemas del cielo caídas.
Atrás quedan sinsabores,
hielos, sequías y miradas
a un cielo que en mil colores
puede tornar todo a nada.
Y allí yemas y
casqueras,
jornadas de tiempo eterno
tan
duras, tan verdaderas…
Tan
tristes como el invierno.
Haya de ser como quiera,
Que del trabajo y sudor,
nacerán vida y verdor
al llegar la primavera.
Y ha de llegar
mas delante,
cuando se apaga el calor,
mientras se cambia el color
de los campos por instantes,
ese parto de diamantes.
Hijos de tierra y madera
que año tras año se espera
con inquietud principiante.
y después… a la bodega,
crisol de caldos y aromas,
donde con amor se toman
y con descanso se entregan
zumos de perlas que llevan
en su esencia al labrador,
caricias de podador,
delicias a quienes prueban
vinos de oro y turquesa
que arraigaron algún día
en una mañana fría
y acabarán en la mesa.
Antonio Quintanar
García.
Poema ganador del primer premio en el XXVII
Concurso de poesía de Mota del Cuervo.
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